La sociedad occidental actual nos empuja hacía el desarraigo y el individualismo. Vivimos en un mundo lleno de contradicciones, por un lado, nos decimos a nosotros mismos que somos solidarios, pero la realidad es que mientras pensamos que ayudamos a los niños más necesitados del África más pobre por el simple hecho de dar 5 o 10 euros mensuales, no somos capaces de interesarnos por nuestro vecino desempleado que lleva meses sin encontrar trabajo y se encuentra al borde del desahucio, o por la persona que se ve obligada a dormir junto al cajero de la esquina sin más abrigo que un par de cartones de una televisión de plasma de 42". Cada vez nos cuesta más mirar a nuestro lado y sentir empatía por los acontecimientos que nos rodean. Los medios nos han acostumbrado a ver el horror diario en imágenes y ser capaces de olvidar el sufrimiento humano como si tan sólo se tratase de una película de ficción. Desde pequeños hemos crecido en un mundo donde se premia la individualidad, el quedar por encima del de al lado, y en el que el compañerismo solo existe de forma parasitaria, en cuanto que no nos beneficiamos directamente de alguien, le damos de lado, y aún peor, incluso si obtenemos algún beneficio de una relación, si sentimos que la otra persona obtiene más beneficios de los que estamos obteniendo nosotros, también la rechazamos. Siempre queremos tener más que los demás. Cobrar más que nuestros colegas, tener una casa más grande que la de nuestros amigos, tener un coche más lujoso que nuestros vecinos, más, más, más...
El deseo y la virtud de prosperar se confunden con la enfermedad de la codicia y la avaricia.
El deseo y la virtud de prosperar se confunden con la enfermedad de la codicia y la avaricia.
Vivimos engañados entre la fantasía de la igualdad de oportunidades y la doctrina del "todo vale", en el que cualquiera puede llegar a lo más alto y ser esa persona que tiene más que ningún otro. No nos engañemos, los que llegaron arriba saliendo desde abajo son excepciones, y para llegar allí la mayoría tuvo que pisar a sus amigos y compañeros. Sigue habiendo clases, y la hija de Botín, mientras sea aleccionada por aquellos que parasitan a la sociedad, seguirá padeciendo la enfermedad de la codicia y la avaricia, y seguirá siendo una privilegiada por el mero hecho de ser hija de quien es, al igual que los hijos de la Duquesa de Alba, las hermanas Koplowitz, o cualquier descendiente de esa clase de personas. Y no hagamos caso a los cantos de sirena, las grandes fortunas son pocas, y no deben confundirse con aquellas que son dueñas de una pequeña empresa con 10 o 20 empleados a su cargo, pues esas, en su mayoría, son las que realmente han tenido la virtud de prosperar.
Así pues, prosperemos, pero no enfermemos. Y mientras lo hacemos, tratemos de curar la sociedad, eliminemos la codicia, la avaricia, y mediquemos a los parásitos que nos pisotean y se oponen a nuestro progreso, y a nuestra prosperidad.
¡Feliz Día del Amor y la Amistad para todos! A amar y ser felices, de eso se trata la vida.
ResponderEliminar"What is this word “efficiency”?
ResponderEliminarSometimes it seems a close cousin to Death.
We are encouraged not to linger, not to enjoy life,
to hurry up and get it done so we’ll have time
for something else.
Something else?
What?
Efficiency the destroyer, millions upon millions of living dead, done in by the electric can-opener
and the automobile.
Progress is our most important product,
babies are our business,
time is money,
life is cheap.
Modern technology, modern business, the modern state
give us everything we need
except breathable air, drinkable water, edible food, meaningful work, freedom from fear, freedom to love, freedom to be ourselves, courage, pride, friendship, hope.
The moral of the story is: don’t be in such a hurry.
Beware creeping efficiency.
Slow down and live."
[Das Energi - Paul Williams]