A pesar de lo corto de este escrito,
confío en que solo un puñado lo leerá, porque está en la
naturaleza del hombre, exponerse a los argumentos que están a favor
de los prejuicios de uno, y rechazar todo lo que los ponga en duda.
Imagen de:
akantilado.wordpress.com
|
Desde hace años, las corridas de toros
son acusadas de maltrato animal. No cabe la menor duda de que es así,
sin embargo hay algo preocupante entre los que apoyan esta idea, la
doble moral. ¿Es coherente que una persona que defienda los derechos
de los toros, le parezca bien comer paté de pato o comer un plato de
sangre encebollada? En efecto, no son pocos los que sufren esta
contradicción, algunos por desconocimiento y otros por fanatismo. El
paté de pato se consigue maltratando al pato, fastidiándole para
que se enfade y el hígado crezca, forzándole a comer hasta
provocarle una cirrosis hepática, que rico ¿verdad? En el caso de
la sangre encebollada, se hace con sangre de animal, normalmente de
pollo o cerdo, ¿Cómo se consigue? Lo animales se sacrifican
torturándolos para que sigan vivos en una agonizante muerte para que
mientras tanto suelten toda la sangre posible y todos pasan por ese
proceso ¿maltrato animal? ¿Por qué tanto movimiento contra las
corridas de toros y tan poco contra estos dos casos? Porque ¿no lo
vemos? ¿Ojos que no ven corazón que no siente? Ahí es donde surge
la doble moral, de unos que afirman ser amantes de todas las
criaturas, que afirman ser abiertos de mente y que afirman ser algo
más que aquellos a los que acusan, pero que en el fondo son tan
fanáticos como los otros.
Cada uno es libre de elegir su propio
código ético, pero este debe tener unos mínimos y entre ellos está
la consistencia interna de los principios. Cuando se carece de ella,
todo se transforma en lucha interesada, lucha egoísta y en muchos
casos simplemente en estupidez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario