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jueves, 22 de noviembre de 2012

LA LLAMA QUE EN TODOS ARDE

Ardieron de nuevo, puede que con más contundencia que nunca. Durante la jornada de lucha con motivo de la última huelga general las calles volvieron a prenderse desesperadamente, las protestas sustituían a los atascos e impedían el normal funcionamiento de las ciudades. El fuego habló.
Contenedor volcado en Valencia

Las barricadas gritan cuando las palabras por sí solas no son suficientes, cuando el desprecio por la calle es insultante. Vandalismo dicen unos, descontento dicen otros.
Según un fantástico vídeo que hizo la policía para que la gente condenara de facto este tipo de actos, cada contenedor quemado nos cuesta unos 900€. Dejando a un lado que me parece una pasada para un recipiente donde depositar mierda, creo que el mensaje que pretendían mandar los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado no han sido suficientes.
Estaba ahí, en una de tantas calles del centro de Valencia donde se volcaron vallas y se quemaron contenedores, cuando dos mujeres salían de una cafetería, vieron el panorama y no tardó en comentar una de ellas “madre mía, la que están liando”, a lo que respondió la otra “pues qué quieres que te diga, no me parece nada bien... pero lo entiendo. La gente está muy harta y no hacen caso.”
Dos mujeres totalmente ajenas a las protestas, digo esto porque por poquito que estés concienciada o involucrada en los movimientos sociales, no estás en plena huelga general tomándote un café en el centro entre piquetes. Dos mujeres que a pesar de no protestar ni estar de acuerdo con que ardan las calles, comprenden que se haga, y esto deberíamos de verlo como una pequeña victoria. Porque actuar en el imaginario colectivo que está y ha estado tanto tiempo manipulado por el régimen, es a veces mucho más complicado que hacer caer a un gobierno. Habríamos de tenerlo en cuenta, porque la batalla es dura y hay muchos momentos en que nos fallan las fuerzas, todos tenemos esos días en que mandaríamos todo a la mierda y seguiríamos con nuestra vida mirando para otro lado el mayor tiempo posible, por eso cada pequeña victoria o atisbo de mejora es importante.

Es muy fácil condenar que se quemen contenedores, es más fácil apelar al ya manido “eso luego lo pagamos todos” o infravalorar el hecho diciendo que han sido “los cuatro energúmenos de siempre, que les gusta liarla”.
Pero algunos preferimos tener en cuenta el principio de causalidad y analizar el contexto en que se producen las cosas en lugar de quedarnos en la cómoda valoración de la gratuidad de los brotes de violencia. Volcar y quemar contenedores en una avenida por donde los furgones antidisturbios te persiguen es una acción defensiva. De la misma manera que no podemos calificar de simple vandalismo cuando se rompen escaparates si los sitios afectados son bancos o establecimientos propiedad de multinacionales, cuando no se atenta contra la panadería del barrio o el bar de Manolo.
De hecho la imagen de los “manifestantes violentos” no encaja con los vecinos de Jerez, que han protestado por la ausencia de recogida de basura con la quema de más de 280 contenedores, hay mujeres en bata, no encapuchados.
Segunda noche de contenedores ardiendo en las calles de Jerez.

Hay componentes sociales y políticos en los crecientes brotes violentos, ignorarlos es lo más sencillo, así te evitas llegar a ciertos pensamientos incómodos, porque en el momento en que ahondas un poco en las razones que llevan a la gente a comportarse de esta forma, como mínimo no puedes más que encoger los hombros, poner cara de circunstancias y entender. Pero ya digo, no es fácil, porque ya se han encargado de que no nos escandalice tanto la fuerza ejercida por parte del Estado, porque éste “está legitimado”, que la fuerza que pueda emplear la gente en las calles porque son “radicales antisistema”. Dicho de otra manera, es peor un KFC destrozado que una mujer que pierde la visión de un ojo por una bala de goma de la policía.

1. Estado de un conocido restaurante de comida rápida     2. Mujer herida por bala de goma. Le causó la pérdida de visión

Un país que se hunde cada día más en la miseria tiene que tener una calle que refleje cuál es su realidad, esa falsa paz social a la que nos intentamos aferrar ciegamente nos está matando como sociedad. No es cómodo ni agradable pensar que vamos a tener que pasar tiempos muy jodidos, y que seguramente tengamos que vivirlos como actores y no como espectadores. Como dirían Celtas Cortos “En estos días inciertos en que vivir es un arte” tenemos que ser justos con los juicios que hacemos con ciertas expresiones contundentes del malestar social, hacer un leve ejercicio de sociología e introspección. Al menos hacerlo cuando notemos que compartimos ciertas valoraciones que hace el presidente del gobierno, el de la patronal o un tertuliano de la caverna mediática.

Improntas Imperfectas

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ruido


Nos sentimos a gusto en el grupo. Nos emocionamos en las manifestaciones, en el fútbol, en las procesiones. Es evidente que el hombre tiene algo dentro de sí que le hace empatizar con sus semejantes. Los humanos somos seres sociales. Pero tan necesario es el grupo como necesaria es la soledad. El miedo que tenemos a estar solos es también inculcado. Nuestra sociedad estigmatiza la soledad. La sustituye con ruido. Miles de decibelios de ruido electrónico en grandes eventos musicales, ruido de coches, ruido en bares, ruido de máquinas de construcción, conversaciones inanes sin descanso hasta el amanecer con el cerebro embotado por el alcohol, macarras y horteras con la música a todo volumen,  música en los parques los domingos para entretenimiento de los tiernos infantes, niñatos en motito molestando a toda la población, ruido de...
El ruido evade,  dispersa, confunde y estresa. El silencio invita a la introspección, y en una época en la que la vanidad, la avaricia, el lujo de unos pocos y la miseria de muchos, la corrupción y la mentira han sido o son los protagonistas, mirar al interior puede ser peligroso. Porque somos feos por dentro, más feos que el retrato de Dorian Gray en sus últimos días.
El ruido nos impide pensar con claridad y puede ser un problema no exclusivo del oído. Puede haber ruido en las ideas. Hay organismos administrativos que utilizan el ruido para desorientar, confundir y deshacer mientras incompetentes dirigentes hacen su agosto. Imaginaos a un médico o un enfermero de un hospital con falta de personal sanitario, estudiando la manera de reducir costes. Esto es hacer ruido. Imaginaos una escuela de pedagogos estudiando la manera de mejorar la educación, mientras los profesores dedican su tiempo a rellenar los papeles que éstos les mandan en vez de prepararse sus materias. Imaginad una orquesta que toca en un local con ventanas a la calle y ruido de coches, de bares, de máquinas de construcción... En esas condiciones es difícil tocar bien.

Foto el collado

Nada es lo que parece

-No sé, no sé ¿Has tomado ese dato de la historia?
-Sí señor
-En ese caso creo que la Historia no mentirá-observó con acento de esperanza.
-No, señor ¿Qué ha de mentir?-repuse con decisión. Joven e inexperto creía que era así en realidad.
David Copperfield  de Charles Dickens. 

Por suerte para el ciudadano y gracias al juego de intereses, a la lucha y al conocimiento, hemos llegado a vivir en una sociedad de hombres libres como es la democracia, aunque sea sobre el papel o con defectos. Pero ello nos exige a los ciudadanos una responsabilidad que no puede resolver solo la pertenencia al grupo. Y es pensar como personas, con la libertad que diferencia al animal racional del común. Para ello no vale adoptar un código de creencias, propagado en gran parte por los medios de comunicación, que nos resuelva el problema. Creer que los medios informan es una ingenuidad. Los medios nos aleccionan e intentan moldear nuestra mente. Grupos de especialistas trabajan para ellos y acaban siendo una forma de publicidad encubierta. Provocan en el receptor la respuesta prediseñada. No nos creamos más listos que todo un plantel de psicólogos dedicados al tema.
Dichos códigos de creencias o códigos de moldeo mental, que podíamos llamar, impiden al ciudadano pensar por su cuenta y mantenerse al margen es difícil, a no ser que no tengas tele, no leas prensa, no oigas la radio o te hayas mantenido una temporada sin ellas.
¿Y cuáles son estos códigos que mediante prejuicios condicionan nuestros pensamientos?
Son fundamentalmente la religión, las ideologías, y la visión manipulada que los medios dan de la ciencia. Dichos códigos excluyen al que no comulga con ellos.
Si no eres creyente te condenas, si no comulgas con mi ideología no puedes ser independiente, eres de la contraria, un asqueroso fascista o un rojo de mierda o un pordiosero "perroflauta". Y fuera de la ciencia no hay conocimiento posible.
http://carlofontan38.blogspot.com.es/2011/03/los-prejuicios-alumno-del-cosmos-1.html
Como ya he hablado anteriormente de ello, no voy a insistir más, solo un detalle acerca de la última por ser la más controvertida y la menos obvia al estar todos absolutamente impregnados de ella, desde nuestra más tierna infancia. Y para ello voy a tomar de C. G. Jung un ejemplo que puede aclararlo:
La ciencia, cuando estudia una muestra de grava, no tiene en cuenta que cada grano es diferente. Estudia sencillamente la media estadistica, y de esta media saca sus conclusiones. Aplicar luego el corsé resultante a cada individuo resulta una tarea complicada.
Este ejemplo que utiliza Jung para hablar de sicología nos sirve a nosotros para ilustrar el argumento de que la ciencia no tiene la exclusiva del conocimiento en ésta rama como en muchas otras. 
De hecho, la sicología debe mucho a Jung, que gracias a una visión más amplia que Freud- sin restarle a éste el mérito de ser aceptado por la comunidad científica-, trascendió la visión científica y fue a buscar en culturas menos evolucionadas la salida a conflictos como la interpretación de los sueños, algo en que la ciencia estaba a dos velas. Esta necesidad de trascender la ciencia es necesaria para conocer mejor nuestro entorno. La ciencia es una valiosa herramienta, cierto que muy potente, pero no la única. Somos hijos de todo lo que a la humanidad le aconteció antes de ahora. No extirpemos parte de nuestro saber como si no sirviera. Puede tener su utilidad. De los aciertos, de los errores evidentes. De todo se aprende. Seamos incluyentes. A lo mejor ese órgano que quiere extraernos el cirujano tiene arreglo.
Nuestra visión etnocentrista de hombres blancos nos ha impedido comprender las culturas que marginamos por creerlas inferiores o aquellas que dejamos atrás quemadas en la hoguera, en las conquistas, en el colonialismo o desde la prepotencia del racionalismo. 
El derecho a conocer pertenece al individuo como dueño de su mente que debería ser, y como ciudadanos de una democracia tenemos la obligación y la responsabilidad de pensar por nosotros mismos, facilitándonos ello la tarea de saber donde está el enemigo, donde aquél que quiere destruir la democracia, a veces tras ideologías totalitarias, como en el nazismo o el comunismo, a veces tras las religiones fundidas con el Estado, a veces tras la mismisima ciencia en forma de investigaciones buscando la patente de un organismo genéticamente modificado, buscando el negocio e impidiendo el libre acceso del ciudadano a los bienes que la naturaleza les brinda.